Por Adrián Pertoldi
Se cayó. Ya había alarmas de que esto podría ocurrir. Ni se inmutaron. Y la realidad los pasó por encima. La eliminación de Boca en la Copa Libertadores no debe sorprender a nadie. Defensor Sporting apenas fue el verdugo, un equipo con escasas variantes y con su vista, luego del 2 a 2 en Montevideo, más próxima al campeonato local que a esta incursión sudamericana. Sin embargo, pegó el golpe que nadie esperaba. Golpe que dejó nocaut al mundo Boca, deambulando por el fondo de la tabla en el Clausura y ya sin su torneo insignia, y lo que es preocupante, con un nivel de juego paupérrimo, carente de conducción y por sobre todo rebeldía. Esa rebeldía, bien entendida, que tanto provecho le dio desde la asunción de Carlos Bianchi en 1998. Se terminó una etapa. Como aquella ley física que afirma que todo lo que sube tiene que caer. Inevitablemente. Queda demostrado, una vez más, que con la historia no se gana. Se gana con equipos competitivos y en el cual todos tiren para el mismo lado. En Boca no pasa eso. Creyeron que sin un recambio generacional los títulos casi por decantación iban a seguir llegando. Grave error. Sin liderazgo desde el banco, con conflictos internos que, hoy con el fracaso consumado, salen a la palestra. Desde aquél cortocircuito de Cáceres y Riquelme, luego pasteurizado tras la consagración en el Apertura, hasta los roces de Palermo y Mouche en las últimas semanas pasando por el inentendible caso Caranta. Falta un conductor. Y no me refiero justamente a Román, quien se pasó mitad del semestre aquejado por las lesiones.
Otro apéndice para desmenuzar reside en los juveniles, aquellos que deslumbraron en el verano, con bailes incluidos a River, y que con rodaje por los puntos la situación para ellos se modificó de par en par. Nadie duda del talento de Gaitán, Mouche, Roncaglia, Forlín, Muñoz y hasta el arquerito Ayala, por citar algunos casos, lo que vale preguntarse es que si tal vez los elogios desmedidos a esta camada de futbolistas repercutió negativamente en su ánimo, ya que en lo que importaba que era la Copa Libertadores, los puestos eran para los Palacio, Palermo, Cáceres, Morel y Abbondanzieri. En una lucha de egos, como lo es cualquier plantel profesional, sea la camiseta que sea, pero sea más la de Boca, pueden aparecer heridos. Palacio es un de ellos. De ser el futbolista de estirpe europea próximo a la venta a cualquier coloso europeo por sumas irrisorias, hoy ante un mercado de transferencias tan reprimido, cualquiera que ponga 7 millones de dólares se lo lleva. ¿Quién sale perdiendo? Boca y Palacio. Primero el club, que demoró su venta y finalmente contempla que su capital se redujo sensiblemente. Y luego al mismísimo delantero, que seguramente con su pobre actualidad, ya no seducirá a los Barcelona, Lazio y tantos otros interesados en su momento. La palabra clave para comprender el futuro de Boca es recambio, el cual es urgente y que como consecuencia traerá aparejado una limpieza donde deben permanecer los más aptos y no los que tengan más medallas colgadas en su cuello. El imperio se cayó. Todos lo sabían. Pero nadie hizo nada.
Otro apéndice para desmenuzar reside en los juveniles, aquellos que deslumbraron en el verano, con bailes incluidos a River, y que con rodaje por los puntos la situación para ellos se modificó de par en par. Nadie duda del talento de Gaitán, Mouche, Roncaglia, Forlín, Muñoz y hasta el arquerito Ayala, por citar algunos casos, lo que vale preguntarse es que si tal vez los elogios desmedidos a esta camada de futbolistas repercutió negativamente en su ánimo, ya que en lo que importaba que era la Copa Libertadores, los puestos eran para los Palacio, Palermo, Cáceres, Morel y Abbondanzieri. En una lucha de egos, como lo es cualquier plantel profesional, sea la camiseta que sea, pero sea más la de Boca, pueden aparecer heridos. Palacio es un de ellos. De ser el futbolista de estirpe europea próximo a la venta a cualquier coloso europeo por sumas irrisorias, hoy ante un mercado de transferencias tan reprimido, cualquiera que ponga 7 millones de dólares se lo lleva. ¿Quién sale perdiendo? Boca y Palacio. Primero el club, que demoró su venta y finalmente contempla que su capital se redujo sensiblemente. Y luego al mismísimo delantero, que seguramente con su pobre actualidad, ya no seducirá a los Barcelona, Lazio y tantos otros interesados en su momento. La palabra clave para comprender el futuro de Boca es recambio, el cual es urgente y que como consecuencia traerá aparejado una limpieza donde deben permanecer los más aptos y no los que tengan más medallas colgadas en su cuello. El imperio se cayó. Todos lo sabían. Pero nadie hizo nada.